viernes, diciembre 09, 2005

Innovación: Más no siempre es mejor

Juan Freire cita un interesante artículo de Booz Allen Hamilton diciendo que La inversión en I+D no significa innovación. Se pone en duda de manera muy fundada que la inversión en I+D sea un buen indicador del éxito en la innovación y, por tanto, que para innovar más haya automáticamente que pensar en gastar más. Desgraciadamente, parece que lo más fácil para los gestores políticos es abrir el grifo del presupuesto. Aparte del recomendable análisis de Juan, me parecen interesantes otros aspectos del estudio:
  • Ser el que menos invierte es malo, pero ser el que más, no es necesariamente bueno. De las 1000 empresas estudiadas, el 10% con menos ratio de inversión sobre ventas sale claramente perjudicado en márgenes brutos, beneficios y rentabilidad para los accionistas. Por otra parte, el 10% con más inversión en I+D tiene resultados ligeramente mejores que el resto, pero sin ser estadísticamente significativos.
  • En un momento determinado, el número de innovaciones que una compañía puede llegar a desarrollar comercialmente es limitado. Por ello tampoco las patentes guardan una relación con los resultados. Probablemente exista un límite a partir del cual el beneficio de los proyectos sea aprovechado por otros.
  • Sí existe una asociación entre el ratio de I+D sobre ventas y el margen bruto, aunque no se llega a trasladar a la parte inferior de la cuenta de resultados. Las empresas con mayor I+D venden productos con mayor margen, pero una vez descontados gastos generales, administrativos, marketing, etc... no son significativamente más rentables. Es posible que la investigación lleva a tener más margen, pero también podría ser que los sectores con más margenes tengan menos presión en la gestión y estén más inclinados a realizar inversiones en I+D o marketing cuyo resultado a corto plazo está poco definido.
  • Contra la creencia habitual de que las empresas más pequeñas están más capacitadas para la innovación por su flexibilidad, los resultados indican que las economías de escala son útiles. Las empresas más grandes invierten una menor proporción de sus ventas en I+D, sin que por ello tengan unos resultados significativamente peores.

A partir de aquí creo que se obtienen distintas lecciones interesantes para la gestión de la innovación en las empresas:

  • Es imprescindible adoptar medidas de control de riesgo en los procesos de investigación (El autor del artículo, Antonio Hidalgo, no es primo mío ;-) ). La posibilidad de extender los plazos y presupuestos está siempre presente en esta actividad por lo que hay que prever actuaciones en caso de que la planificación no se cumpla como estaba prevista.
  • Se deben realizar evaluaciones periódicas de la cartera de proyectos. El resultado de estas evaluaciones puede incluir la paralización de los que peores resultados estén alcanzando. Es interesante mirar como ejemplo al capital riesgo, otro sector donde se invierte en proyectos de muy incierto resultado. A pesar de la incertidumbre, todos los proyectos tienen previsto un horizonte temporal y un mecanismo de salida, tanto para los exitosos como para los fracasados.
  • En particular, el sector farmacéutico se encuentra en un momento de reevaluación de sus políticas de inversión. En el estudio de Booz Allen, las empresas farmacéuticas son las más intensivas en I+D, con ratios entre el 11 y el 18% de las ventas, solo superadas por Microsoft (21%). Sin embargo, solo una pequeña parte de sus nuevos medicamentos son innovaciones radicales. Aunque las innovaciones incrementales se traducen también en beneficios importantes para la salud, están más sometidas a presión y se traducen normalmente en menos rentabilidad que las radicales.

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