Se presenta hoy en el Liber una iniciativa del sector editorial francés (Adelc) para salvar las pequeñas librerías. Aquí está la noticia, y aquí una descripción más completa sobre cómo funciona el modelo.
El movimiento por parte de los editores parece inteligente. En Francia al parecer no funciona como una subvención, sino como un apoyo operativo (logístico, informático, formación...) y simbólicamente financiero, abierto y sin modelos estrictamente predefinidos de cómo son los beneficiarios. Si yo fuera una editorial, haría lo mismo, igual que si fuera un fabricante de coches apoyaría las concesiones en exclusiva frente a la distribución multimarca, y si fabricara detergente preferiría que mis clientes fueran pequeños colmados en lugar de grandes superficies. Al fin y al cabo, el margen que las editoriales obtienen es cinco puntos mayor con las pequeñas librerías que con las grandes cadenas y los hipermercados. Ahora bien, vincularlo a la idea de que la cultura existe gracias a las librerías pequeñas es un error. La cultura no está en riesgo por el hecho de que la gran distribución se centre en los 'best seller'. Es posible realizar ediciones de tiradas pequeñas, vender online, utilizar blogs para la difusión a públicos muy segmentados... existen ahora más posibilidades que nunca para que los pequeños autores encuentren a su público. En resúmen, el 'long tail' llega también al mundo editorial como explica Chris Anderson en "The rise and fall of the hit". Atención, posibilidades no quiere decir que sea fácil. Vender, hacer algo de calidad y del gusto del público siempre será difícil. Hace falta gente imaginativa y emprendedora que lo empuje. Ideas nunca faltarán para cambiar los usos establecidos, como las que Juan Freire comenta sobre José Antonio Millán o, aún más revolucionarias, sobre los libros de texto. Pero seguro que alguien dirá que lo que quieren es acabar de una vez por todas con la cultura.
El movimiento por parte de los editores parece inteligente. En Francia al parecer no funciona como una subvención, sino como un apoyo operativo (logístico, informático, formación...) y simbólicamente financiero, abierto y sin modelos estrictamente predefinidos de cómo son los beneficiarios. Si yo fuera una editorial, haría lo mismo, igual que si fuera un fabricante de coches apoyaría las concesiones en exclusiva frente a la distribución multimarca, y si fabricara detergente preferiría que mis clientes fueran pequeños colmados en lugar de grandes superficies. Al fin y al cabo, el margen que las editoriales obtienen es cinco puntos mayor con las pequeñas librerías que con las grandes cadenas y los hipermercados. Ahora bien, vincularlo a la idea de que la cultura existe gracias a las librerías pequeñas es un error. La cultura no está en riesgo por el hecho de que la gran distribución se centre en los 'best seller'. Es posible realizar ediciones de tiradas pequeñas, vender online, utilizar blogs para la difusión a públicos muy segmentados... existen ahora más posibilidades que nunca para que los pequeños autores encuentren a su público. En resúmen, el 'long tail' llega también al mundo editorial como explica Chris Anderson en "The rise and fall of the hit". Atención, posibilidades no quiere decir que sea fácil. Vender, hacer algo de calidad y del gusto del público siempre será difícil. Hace falta gente imaginativa y emprendedora que lo empuje. Ideas nunca faltarán para cambiar los usos establecidos, como las que Juan Freire comenta sobre José Antonio Millán o, aún más revolucionarias, sobre los libros de texto. Pero seguro que alguien dirá que lo que quieren es acabar de una vez por todas con la cultura.
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