lunes, septiembre 10, 2012

Lo copio entero, pero dándole mérito a su autor, César Molinas, en El País:


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En este artículo propongo una teoría de la clase política española para argumentar la necesidad imperiosa y urgente de cambiar nuestro sistema electoral para adoptar un sistema mayoritario. La teoría se refiere al comportamiento de un colectivo y, por tanto, no admite interpretaciones en términos de comportamientos individuales. ¿Por qué una teoría? Por dos razones. En primer lugar porque una teoría, si es buena, permite conectar sucesos aparentemente inconexos y explicar sucesos aparentemente inexplicables. Es decir, dar sentido a cosas que antes no lo tenían. Y, en segundo lugar, porque de una buena teoría pueden extraerse predicciones útiles sobre lo que ocurrirá en el futuro. Empezando por lo primero, una buena teoría de la clase política española debería explicar, por lo menos, los siguientes puntos:
1. ¿Cómo es posible que, tras cinco años de iniciada la crisis, ningún partido político tenga un diagnóstico coherente de lo que le está pasando a España?
2. ¿Cómo es posible que ningún partido político tenga una estrategia o un plan a largo plazo creíble para sacar a España de la crisis? ¿Cómo es posible que la clase política española parezca genéticamente incapaz de planificar?
3. ¿Cómo es posible que la clase política española sea incapaz de ser ejemplar? ¿Cómo es posible que nadie-salvo el Rey y por motivos propios- haya pedido disculpas?
4. ¿Cómo es posible que la estrategia de futuro más obvia para España -la mejora de la educación, el fomento de la innovación, el desarrollo y el emprendimiento y el apoyo a la investigación- sea no ya ignorada, sino masacrada con recortes por los partidos políticos mayoritarios?
En lo que sigue, argumento que la clase política española ha desarrollado en las últimas décadas un interés particular, sostenido por un sistema de captura de rentas, que se sitúa por encima del interés general de la nación. En este sentido forma una élite extractiva, según la terminología popularizada por Acemoglu y Robinson. Los políticos españoles son los principales responsables de la burbuja inmobiliaria, del colapso de las cajas de ahorro, de la burbuja de las energías renovables y de la burbuja de las infraestructuras innecesarias. Estos procesos han llevado a España a los rescates europeos, resistidos de forma numantina por nuestra clase política porque obligan a hacer reformas que erosionan su interés particular. Una reforma legal que implantase un sistema electoral mayoritario provocaría que los cargos electos fuesen responsables ante sus votantes en vez de serlo ante la cúpula de su partido, daría un vuelco muy positivo a la democracia española y facilitaría el proceso de reforma estructural. Empezaré haciendo una breve historia de nuestra clase política. A continuación la caracterizaré como una generadora compulsiva de burbujas. En tercer lugar explicitaré una teoría de la clase política española. En cuarto lugar usaré esta teoría para predecir que nuestros políticos pueden preferir salir del euro antes que hacer las reformas necesarias para permanecer en él. Por último propondré cambiar nuestro sistema electoral proporcional por uno mayoritario, del tipo first-past-the-post, como medio de cambiar nuestra clase política.

La historia

Los políticos de la Transición tenían procedencias muy diversas: unos venían del franquismo, otros del exilio y otros estaban en la oposición ilegal del interior. No tenían ni espíritu de gremio ni un interés particular como colectivo. Muchos de ellos no se veían a sí mismos como políticos profesionales y, de hecho, muchos no lo fueron nunca. Estos políticos tomaron dos decisiones trascendentales que dieron forma a la clase política que les sucedió. La primera fue adoptar un sistema electoral proporcional corregido, con listas electorales cerradas y bloqueadas. El objetivo era consolidar el sistema de partidos políticos fortaleciendo el poder interno de sus dirigentes, algo que entonces, en el marco de una democracia incipiente y dubitativa, parecía razonable. La segunda decisión, cuyo éxito se condicionaba al de la primera, fue descentralizar fuertemente el Estado, adoptando la versión café para todos del Estado de las autonomías. Los peligros de una descentralización excesiva, que eran evidentes, se debían conjurar a partir del papel vertebrador que tendrían los grandes partidos políticos nacionales, cohesionados por el fuerte poder de sus cúpulas. El plan, por aquel entonces, parecía sensato.
Pero, tal y como le ocurrió al Dr. Frankenstein, lo que creó al monstruo no fue el plan, que no era malo, sino su implementación. Por una serie de infortunios, a la criatura de Frankenstein se le acabó implantando el cerebro equivocado. Por una serie de imponderables, a la joven democracia española se le acabó implantando una clase política profesional que rápidamente devino disfuncional y monstruosa. Matt Taibbi, en su célebre artículo de 2009 en Rolling Stone sobre Goldman Sachs “La gran máquina americana de hacer burbujas” comparaba al banco de inversión con un gran calamar vampiro abrazado a la cara de la humanidad que va creando una burbuja tras otra para succionar de ellas todo el dinero posible. Más adelante propondré un símil parecido para la actual clase política española, pero antes conviene analizar cuáles han sido los cuatro imponderables que han acabado generando a nuestro monstruo.
En primer lugar, el sistema electoral proporcional, con listas cerradas y bloqueadas, ha creado una clase política profesional muy distinta de la que protagonizó la Transición. Desde hace ya tiempo, los cachorros de las juventudes de los diversos partidos políticos acceden a las listas electorales y a otras prebendas por el exclusivo mérito de fidelidad a las cúpulas. Este sistema ha terminado por convertir a los partidos en estancias cerradas llenas de gente en las que, a pesar de lo cargado de la atmósfera, nadie se atreve a abrir las ventanas. No pasa el aire, no fluyen las ideas, y casi nadie en la habitación tiene un conocimiento personal directo de la sociedad civil o de la economía real. La política y sus aledaños se han convertido en un modus vivendi que alterna cargos oficiales con enchufes en empresas, fundaciones y organismos públicos y, también, con canonjías en empresas privadas reguladas que dependen del BOE para prosperar.
En segundo lugar, la descentralización del Estado, que comenzó a principios de los 80, fue mucho más allá de lo que era imaginable cuando se aprobó la Constitución. Como señala Enric Juliana en su reciente libro Modesta España, el Estado de las autonomías inicialmente previsto, que presumía una descentralización controlada de “arriba a abajo”, se vio rápidamente desbordado por un movimiento de “abajo a arriba” liderado por élites locales que, al grito de “¡no vamos a ser menos!”, acabó imponiendo la versión de café para todos del Estado autonómico. ¿Quiénes eran y qué querían estas élites locales? A pesar de ser muy lampedusiano, Juliana se limita a señalar a “un democratismo pequeñoburgués que surge desde abajo”. Eso es, sin duda, verdad. Pero, adicionalmente, es fácil imaginar que los beneficiarios de los sistemas clientelares y caciquiles implantados en la España de provincias desde 1833, miraban al nuevo régimen democrático con preocupación e incertidumbre, lo que les pudo llevar, en muchos casos, a apuntarse a “cambiarlo todo para que todo siga igual” y a ponerse en cabeza de la manifestación descentralizadora. Como resultante de estas fuerzas, se produjo un crecimiento vertiginoso de las Administraciones Públicas: 17 administraciones y gobiernos autonómicos, 17 parlamentos y miles -literalmente miles- de nuevas empresas y organismos públicos territoriales cuyo objetivo último en muchos casos, era generar nóminas y dietas. En ausencia de procedimientos establecidos para seleccionar plantillas, los políticos colocaron en las nuevas administraciones y organismos a deudos, familiares, nepotes y camaradas, lo que llevó a una estructura clientelar y politizada de las administraciones territoriales que era inimaginable cuando se diseñó la Constitución. A partir de una Administración hipertrofiada, la nueva clase política se había asegurado un sistema de captura de rentas -es decir un sistema que no crea riqueza nueva, sino que se apodera de la ya creada por otros- por cuyas alcantarillas circulaba la financiación de los partidos.
En tercer lugar, llegó la gran sorpresa. El poder dentro de los partidos políticos se descentralizó a un ritmo todavía más rápido que las Administraciones Públicas. La idea de que la España autonómica podía ser vertebrada por los dos grandes partidos mayoritarios saltó hecha añicos cuando los llamados barones territoriales adquirieron bases de poder de “abajo a arriba” y se convirtieron, en la mejor tradición del conde de Warwick, en los hacedores de reyes de sus respectivos partidos. En este imprevisto contexto, se aceleró la descentralización del control y la supervisión de las Cajas de Ahorro. Las comunidades autónomas se apresuraron a aprobar sus propias leyes de Cajas y, una vez asegurado su control, poblaron los consejos de administración y cargos directivos con políticos, sindicalistas, amigos y compinches. Por si esto fuera poco, las Cajas tuteladas por los gobiernos autonómicos hicieron proliferar empresas, organismos y fundaciones filiales, en muchas ocasiones sin objetivos claros aparte del de generar más dietas y más nóminas.
Y en cuarto lugar, aunque la lista podría prolongarse, la clase política española se ha dedicado a colonizar ámbitos que no son propios de la política como, por ejemplo y sin ánimo de ser exhaustivo, el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial, el Banco de España, la CNMV, los reguladores sectoriales de energía y telecomunicaciones, la Comisión de la Competencia… El sistema democrático y el Estado de derecho necesitan que estos organismos, que son los encargados de aplicar la Ley, sean independientes. La politización a la que han sido sometidos ha terminado con su independencia, provocando una profunda deslegitimación de estas instituciones y un severo deterioro de nuestro sistema político. Pero es que hay más. Al tiempo que invadía ámbitos ajenos, la política española abandonaba el ámbito que le es propio: el Parlamento. El Congreso de los Diputados no es solo el lugar donde se elaboran las leyes; es también la institución que debe exigir la rendición de cuentas. Esta función del Parlamento, esencial en cualquier democracia, ha desaparecido por completo de la vida política española desde hace muchos años. La quiebra de Bankia, escenificada en la pantomima grotesca de las comparecencias parlamentarias del pasado mes de julio, es sólo el último de una larga serie de casos que el Congreso de los Diputados ha decidido tratar como si fuesen catástrofes naturales, como un terremoto, por ejemplo, en el que aunque haya víctimas no hay responsables. No debería sorprender, desde esta perspectiva, que los diputados no frecuenten la Carrera de San Jerónimo: hay allí muy poco que hacer.

Las burbujas

Los cuatro procesos descritos en los párrafos anteriores han conformado un sistema político en el que las instituciones están, en el mal sentido de la palabra, excesivamente politizadas y en el que nadie acaba siendo responsable de sus actos porque nunca se exige en serio rendición de cuentas. Nadie dentro del sistema pone en cuestión los mecanismos de capturas de rentas que constituyen el interés particular de la clase política española. Este es el contexto en el que se desarrollaron no sólo la burbuja inmobiliaria y el saqueo y quiebra de la gran mayoría de las Cajas de Ahorro, sino también otras “catástrofes naturales”, otros “actos de Dios”, a cuya generación tan adictos son nuestros políticos. Porque, como el gran calamar de Taibbi, la clase política española genera burbujas de manera compulsiva. Y lo hace no tanto por ignorancia o por incompetencia como porque en todas ellas captura rentas. Hagamos, sin pretensión alguna de exhaustividad, un brevísimo repaso de las principales tropelías impunes de las últimas dos décadas: la burbuja inmobiliaria, las Cajas de Ahorro, las energías renovables y las nuevas autopistas de peaje.
La burbuja inmobiliaria española fue, en términos relativos, la mayor de las tres que estuvieron en el origen de la actual crisis global, siendo las otras dos la estadounidense y la irlandesa. No hay duda de que, como las demás, estuvo alimentada por los bajos tipos de interés y por los desequilibrios macroeconómicos a escala mundial. Pero, dicho esto, al contrario de lo que sucede en EE UU, las decisiones sobre qué se construye y dónde se construye en España se toman en el ámbito político. Aquí no se puede hablar de pecados por omisión, de olvido del principio de que los gestores públicos deben gestionar como diligentes padres de familia. No. En España la clase política ha inflado la burbuja inmobiliaria por acción directa, no por omisión ni por olvido. Los planes urbanísticos se fraguan en complejas y opacas negociaciones de las que, además de nuevas construcciones, surgen la financiación de los partidos políticos y numerosas fortunas personales, tanto entre los recalificados como entre los recalificadores. Por si el poder de los políticos –decidir el qué y el dónde- no fuese suficiente, la transmisión del control de las Cajas de Ahorro a las comunidades autónomas añadió a los dos anteriores el poder de decisión sobre el quién, es decir, el poder de decisión sobre quién tenía financiación de la Caja de turno para ponerse a construir. Esto supuso un salto cualitativo en la capacidad de captura de rentas de la clase política española, acercándola todavía más a la estrategia del calamar vampiro de Taibbi. Primero se infla la burbuja, a continuación se capturan todas las rentas posibles y, por último, a la que la burbuja pincha… ¡ahí queda eso! El panorama, cinco años después del pinchazo de la burbuja, no puede ser más desolador. La economía española no crecerá durante muchos años más. Y las Cajas de Ahorro han desaparecido, la gran mayoría por insolvencia o quiebra técnica. ¡Ahí queda eso!
Las otras dos burbujas que mencionaré son resultado de la peculiar simbiosis de nuestra clase política con el “capitalismo castizo”, es decir, con el capitalismo español que vive del favor del Boletín Oficial del Estado. En una reunión reciente, un conocido inversor extranjero lo llamó “relación incestuosa”; otro, nacional, habló de “colusión contra consumidores y contribuyentes”. Sea lo que sea, recordemos en primer lugar la burbuja de las energías renovables. España representa un 2% del PIB mundial y está pagando el 15% del total global de las primas a las energías renovables. Este dislate, presentado en su día como una apuesta por situarse en la vanguardia de la lucha contra el cambio climático, es un sinsentido que España no se puede permitir. Pero estas primas generan muchas rentas y prebendas capturadas por la clase política y, también hay que decirlo, mucho fraude y mucha corrupción a todos los niveles de la política y de la Administración. Para financiar las primas, las empresas y familias españolas pagan la electricidad más cara de Europa, lo que supone una grave merma de competitividad para nuestra economía. A pesar de esos precios exagerados, y de que la generación eléctrica tiene un exceso de capacidad de más del 30%, el sistema eléctrico español ostenta un déficit tarifario de varios miles de millones de euros al año y más de 24.000 millones de deuda acumulada que nadie sabe cómo pagar. La burbuja de las renovables ha pinchado y… ¡ahí queda eso!
La última burbuja que traeré a colación, aunque la lista es más larga (fútbol, televisiones…), es la formada por las innumerables infraestructuras innecesarias construidas en las últimas dos décadas a costes astronómicos para beneficio de constructores y perjuicio de contribuyentes. Uno de los casos más chirriantes es el de las autopistas radiales de Madrid, pero hay muchísimos más. Las radiales, que pretendían descongestionar los accesos a Madrid, se diseñaron y construyeron haciendo dejación de principios muy importantes de prudencia y buena administración. Para empezar, se hicieron unas previsiones temerarias del tráfico que dichas autopistas iban a tener. En la actualidad el tráfico no supera el 30% de lo previsto. Y no es por la crisis: en los años del boom tampoco había tráfico. A continuación ¿incomprensiblemente? el Gobierno permitió que los constructores y los concesionarios fuesen, esencialmente, los mismos. Esto es un disparate, porque al disfrazarse los constructores de concesionarios mediante unas sociedades con muy poco capital y mucha deuda, se facilitaba que pasara lo que acabó pasando: los constructores cobraron de las concesionarias por construir las autopistas y, al constatarse que no había tráfico, amenazaron con dejarlas quebrar. Los principales acreedores eran ¡oh sorpresa! las Cajas de Ahorro. Los más de 3.000 millones de deuda nadie sabe cómo pagarlos y acabarán recayendo sobre el contribuyente pero, en cualquier caso, ¡ahí queda eso!

La teoría

Termino aquí la parte descriptiva de este artículo en la que he resumido unos pocos “hechos estilizados” que considero representativos del comportamiento colectivo, no necesariamente individual, y esto es importante recordarlo, de los políticos españoles. Paso ahora a formular una teoría de la clase política española como grupo de interés.
El enunciado de la teoría es muy simple. La clase política española no sólo se ha constituido en un grupo de interés particular, como los controladores aéreos, por poner un ejemplo, sino que ha dado un paso más, consolidándose como una élite extractiva, en el sentido que dan a este término Acemoglu y Robinson en su reciente y ya célebre libro Por qué fracasan las naciones. Una élite extractiva se caracteriza por:
"Tener un sistema de captura de rentas que permite, sin crear riqueza nueva, detraer rentas de la mayoría de la población en beneficio propio".
"Tener el poder suficiente para impedir un sistema institucional inclusivo, es decir, un sistema que distribuya el poder político y económico de manera amplia, que respete el Estado de derecho y las reglas del mercado libre. Dicho de otro modo, tener el poder suficiente para condicionar el funcionamiento de una sociedad abierta -en el sentido de Popper- u optimista -en el sentido de Deutsch".
"Abominar la 'destrucción creativa', que caracteriza al capitalismo más dinámico. En palabras de Schumpeter "la destrucción creativa es la revolución incesante de la estructura económica desde dentro, continuamente destruyendo lo antiguo y creando lo nuevo".  Este proceso de destrucción creativa es el rasgo esencial del capitalismo.”Una élite extractiva abomina, además, cualquier proceso innovador lo suficientemente amplio como para acabar creando nuevos núcleos de poder económico, social o político".
Con la navaja de Occam en la mano, si esta sencilla teoría tiene poder explicativo, será imbatible. ¿Qué tiene que decir sobre las cuatro preguntas que se le han planteado al principio del artículo? Veamos:
  1. La clase política española, como élite extractiva, no puede tener un diagnóstico razonable de la crisis. Han sido sus mecanismos de captura de rentas los que la han provocado y eso, claro está, no lo pueden decir. Cierto, hay una crisis económica y financiera global, pero eso no explica seis millones de parados, un sistema financiero parcialmente quebrado y un sector público que no puede hacer frente a sus compromisos de pago. La clase política española tiene que defender, como está haciendo de manera unánime, que la crisis es un acto de Dios, algo que viene de fuera, imprevisible por naturaleza y ante lo cual sólo cabe la resignación.
  2. La clase política española, como élite extractiva, no puede tener otra estrategia de salida de la crisis distinta a la de esperar que escampe la tormenta. Cualquier plan a largo plazo, para ser creíble, tiene que incluir el desmantelamiento, por lo menos en parte, de los mecanismos de captura de rentas de los que se beneficia. Y eso, por supuesto, no se plantea.
  3. ¿Pidieron perdón los controladores aéreos por sus desmanes? No, porque consideran que defendían su interés particular. ¿Alguien ha oído alguna disculpa de algún político por la situación en la que está España? No, ni la oirá, por la misma razón que los controladores. ¿Cómo es que, como medida ejemplarizante, no se ha planteado en serio la abolición del Senado, de las diputaciones, la reducción del número de ayuntamientos…? Pues porque, caídas las Cajas de Ahorro -y ante las dificultades presentes para generar nuevas burbujas- la defensa de las rentas capturadas restantes se lleva a ultranza.
  4. Tal y como establece la teoría de las élites extractivas, los partidos políticos españoles comparten un gran desprecio por la educación, una fuerte animadversión por la innovación y el emprendimiento y una hostilidad total hacia la ciencia y la investigación. De la educación sólo parece interesarles el adoctrinamiento: las estridentes peleas sobre la Educación para la Ciudadanía contrastan con el silencio espeso que envuelve las cuestiones verdaderamente relevantes como, por ejemplo, el elevadísimo fracaso escolar o los lamentables resultados en los informes PISA. La innovación y el emprendimiento languidecen en el marco de regulaciones disuasorias y fiscalidades punitivas sin que ningún partido se tome en serio la necesidad de cambiarlas. Y el gasto en investigación científica, concebido como suntuario de manera casi unánime, se ha recortado con especial saña sin que ni un solo político relevante haya protestado por un disparate que compromete más que ningún otro el futuro de los españoles.
La teoría de las élites extractivas, por lo visto hasta aquí, parece dar sentido a bastantes rasgos llamativos del comportamiento de la clase política española. Veamos qué nos dice sobre el futuro.

La predicción

La crisis ha acentuado el conflicto entre el interés particular de la clase política española y el interés general de España. Las reformas necesarias para permanecer en el euro chocan frontalmente con los mecanismos de captura de rentas que sostienen dicho interés particular. Por una parte, la estabilidad presupuestaria va a requerir una reducción estructural del gasto de las Administraciones públicas superior a los 50 millardos de euros, un 5% del PIB. Esto no puede conseguirse con más recortes coyunturales: hacen falta reformas en profundidad que, de momento, están inéditas. Se tiene que reducir drásticamente el sector público empresarial, esa zona gris entre la Administración y el sector privado, que, con sus muchos miles de empresas, organismos y fundaciones, constituye una de las principales fuentes de rentas capturadas por la clase política. Por otra parte, para volver a crecer, la economía española tiene que ganar competitividad. Para eso hacen falta muchas más reformas para abrir más sectores a la competencia, especialmente en el mencionado sector público empresarial y en sectores regulados. Esto debería hacer más difícil seguir creando burbujas en la economía española.
La infinita desgana con la que nuestra clase política está abordando el proceso reformista ilustra bien que, colectivamente al menos, barrunta las consecuencias que las reformas pueden tener sobre su interés particular. La única reforma llevada a término por iniciativa propia, la del mercado de trabajo, no afecta directamente a los mecanismos de captura de rentas. Las que sí lo hacen, exigidas por la UE como, por ejemplo, la consolidación fiscal, no se han aplicado. Deliberadamente, el Gobierno confunde reformas con recortes y subidas de impuestos y ofrece los segundos en vez de las primeras, con la esperanza de que la tempestad amaine por sí misma y, al final, no haya que cambiar nada esencial. Como eso no va a ocurrir, en algún momento la clase política española se tendrá que plantear el dilema de aplicar las reformas en serio o abandonar el euro. Y esto, creo yo, ocurrirá más pronto que tarde.
La teoría de las élites extractivas predice que el interés particular tenderá a prevalecer sobre el interés general. Yo veo probable que en los dos partidos mayoritarios españoles crezca muy deprisa el sentimiento “pro peseta”. De hecho, ya hay en ambos partidos cabezas de fila visibles de esta corriente. La confusión inducida entre recortes y reformas tiene la consecuencia perversa de que la población no percibe las ventajas a largo plazo de las reformas y sí experimenta el dolor a corto plazo de los recortes que, invariablemente, se presentan como una imposición extranjera. De este modo se crea el caldo de cultivo necesario para, cuando las circunstancias sean propicias, presentar una salida del euro como una defensa de la soberanía nacional ante la agresión exterior que impone recortes insufribles al Estado de bienestar. También, por poner un ejemplo, los controladores aéreos presentaban la defensa de su interés particular como una defensa de la seguridad del tráfico aéreo. La situación actual recuerda mucho a lo ocurrido hace casi dos siglos cuando, en 1814, Fernando VII – El Deseado- aplastó la posibilidad de modernización de España surgida de la Constitución de 1812 mientras el pueblo español le jaleaba al grito de ¡vivan las “caenas”! Por supuesto que al Deseado actual –llámese Mariano, Alfredo u otra cosa- habría que jalearle incorporando la vigente sensibilidad autonómica, utilizando gritos del tipo ¡viva Gürtel! ¡vivan los ERE de Andalucía! ¡visca el Palau de la Música Catalana! Pero, en cualquier caso, las diferencias serían más de forma que de fondo.
Una salida del euro, tanto si es por iniciativa propia como si es porque los países del norte se hartan de convivir con los del sur, sería desastrosa para España. Implicaría, como acertadamente señalaron Jesús Fernández-Villaverde, Luis Garicano y Tano Santos en EL PAÍS el pasado mes de junio, no sólo una vuelta a la España de los 50 en lo económico, sino un retorno al caciquismo y a la corrupción en lo político y en lo social que llevaría a fechas muy anteriores y que superaría con mucho a la situación actual, que ya es muy mala. El calamar vampiro, reducido a chipirón, sería cabeza de ratón en vez de cola de león, pero eso nuestra clase política lo ve como un mal menor frente a la alternativa del harakiri que suponen las reformas. Los liberales, como en 1814, serían masacrados –de hecho, en los dos partidos mayoritarios, ya se observan movimientos en esa dirección.
El peligro de que todo esto acabe ocurriendo en un plazo relativamente corto es, en mi opinión, muy significativo. ¿Se puede hacer algo por evitarlo? Lamentablemente, no mucho, aparte de seguir publicando artículos como éste. Como muestran todos los sondeos, el desprestigio de la clase política española es inmenso, pero no tiene alternativa a corto plazo. A más largo plazo, como explico a continuación, sí la tiene.

Cambiar el sistema electoral

La clase política española, como hemos visto en este artículo, es producto de varios factores entre los que destaca el sistema electoral proporcional, con listas cerradas y bloqueadas confeccionadas por las cúpulas de los partidos políticos. Este sistema da un poder inmenso a los dirigentes de los partidos y ha acabado produciendo una clase política disfuncional. No existe un sistema electoral perfecto -todos tienen ventajas e inconvenientes- pero, por todo lo expuesto hasta aquí, en España se tendría que cambiar de sistema con el objetivo de conseguir una clase política más funcional. Los sistemas mayoritarios producen cargos electos que responden ante sus electores, en vez de hacerlo de manera exclusiva ante sus dirigentes partidarios. Como consecuencia, las cúpulas de los partidos tienen menos poder que las que surgen de un sistema proporcional y la representatividad que dan de las urnas está menos mediatizada. Hasta aquí todo son ventajas. También hay inconvenientes. Un sistema proporcional acaba dando escaños a partidos minoritarios que podrían no obtener ninguno con un sistema mayoritario. Esto perjudicaría a partidos minoritarios de base estatal, pero beneficiaría a partidos minoritarios de base regional. En cualquier caso, el rasgo relevante de un sistema mayoritario es que el electorado tiene poder de decisión no solo sobre los partidos sino también sobre las personas que salen elegidas y eso, en España, es ahora una necesidad perentoria que compensa con creces los inconvenientes que el sistema pueda tener.
Un sistema mayoritario no es bálsamo de Fierabrás que cure al instante cualquier herida. Pero es muy probable que generase una clase política diferente, más adecuada a las necesidades de España. En Italia es inminente una propuesta de ley para cambiar el actual sistema proporcional por uno mayoritario corregido: dos tercios de los escaños se votarían en colegios uninominales y el tercio restante en listas cerradas en las que los escaños se distribuirían proporcionalmente a los votos obtenidos. Parece ser que el Gobierno “técnico” de Monti ha llegado a conclusiones similares a las que defiendo yo aquí: sin cambiar a una clase política disfuncional no puede abordarse un programa reformista ambicioso. Y es que, como le oí decir una vez a Carlos Solchaga, un “técnico” es un político que, además, sabe de algo. ¿Para cuándo una reforma electoral en España? ¿Habrá que esperar a que lleguen los “técnicos”?
César Molinas publicará en 2013 un libro titulado “¿Qué hacer con España?”. Este artículo corresponde a uno de sus capítulos.
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viernes, marzo 13, 2009

Un médico propone gravar el chocolate para combatir la obesidad en el Reino Unido

Ahora que los que no somos economistas sabemos de economía ha venido un médico escocés a proponer que para combatir la obesidad en el Reino Unido se grave el chocolate con un impuesto especial como el del alcohol y el tabaco. Claro, en la España de Carpanta de los años 40 la obesidad no era un problema como ahora, porque las 2.000 calorías que necesita un adulto al día costaban una parte importante de la renta familiar. Pero donde no ha llegado este médico es a la lección de los precios relativos y los productos sustitutivos. Aún gravando el chocolate el supermercado seguirá lleno de deliciosas fuentes de calorías. ¿Qué hacemos? ¿Prohibimos la innovación en la industria de la alimentación? ¿O ponemos un impuesto específico a las calorías, igual que a las emisiones de CO2 o al reciclaje de determinados materiales? Pero que sea bien alto, para que la alimentación vuelva a suponer un 50% de la renta per cápita, como pasaba en los años 50. Así seguro que eliminábamos el problema de la obesidad.

La pena es que se va a cargar la pasión británica por el chocolate... único alimento junto con el té en el que han hecho contribuciones significativas a la civilización (por lo demás, ya se sabe que en el infierno los cocineros son ingleses). Hablando de té... otra clase para este señor, esta vez de historia: El levantamiento de las colonias americanas contra Su Graciosa Majestad tuvo como pretexto el aumento de los aranceles al té... A lo mejor es un forofo de la independencia escocesa, tipo Sean Connery y lo que quiere es favorecer algo parecido ;)



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jueves, febrero 08, 2007

Para hacer pública una red wi-fi privada...

A través de we make money, not art llego a este 'wi-fi liberator'. Es un pequeño dispositivo que convierte un pc conectado a una red wi-fi en un nodo generador a su vez de una nueva red, pero de acceso gratuito. De esta manera, libera una red de pago o privada, dejando entrar gratis a otros ordenadores ajenos a la misma. Un usuario de una red de pago en, por ejemplo, un aeropuerto, si está equipado con este dispositivo altruista es capaz de abrir el acceso a usuarios totalmente ajenos.
El objetivo es conseguir la ubicuidad en las conexiones. ¿Lo conseguirá? Parece lo suficientemente complicado como para que solo unos pocos activistas sean los que lo utilicen. Sin embargo es un paso más hacia ese futuro en el que el precio de la conexión se acerque a su coste, es decir, muy pero que muy poquito.


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jueves, diciembre 28, 2006

hospitales público - privados

En la confrontación entre sector público y privado, en los últimos años se han buscado soluciones mixtas donde la decisión y planificación corren a cargo de los poderes públicos, y la ejecución se hace por parte de empresas privadas. En el ámbito de la sanidad, se han realizado numerosos proyectos, sobre todo en el Reino Unido, pero también en Canadá, Suecia o España (el hospital de Alzira, y la construcción de nuevos hospitales en la comunidad de Madrid).

Los modelos son múltiples. Es posible que la empresa privada se encargue de la construcción y el mantenimiento básico (conservación, limpieza...) a cambio de ingresos que dependen de la utilización de las infraestructuras. Pero también se puede llegar a la gestión de los servicios sanitarios, tomando las decisiones también de cómo administrar la salud. Todo ello se hace basándose en la premisa comúnmente aceptada de que la gestión privada es más eficiente que la pública. En un boletín de la Organización Mundial de la Salud, se hace un breve comentario sobre distintas experiencias, hablando de resultados en cuanto a coste, calidad, flexibilidad y complejidad. El mensaje de fondo es escéptico, aduciendo que la complejidad es tan grande que encarece los procesos de adjudicación, y compromete la flexibilidad ya que los acuerdos a largo plazo tienden a atar en todo lo posible las condiciones del servicio impidiendo los cambios.

Sin embargo, esta complejidad en la definición de las condiciones iniciales es a largo plazo una ventaja en todas las infraestructuras financiadas mediante concesiones. Una vez adjudicado el concurso, es la empresa privada la que corre con los riesgos durante los años de vida del proyecto, eliminándolos del ámbito de lo público. Es precisamente esta transferencia del riesgo la que hace que, según el estudio, el 76% de los proyectos terminen en su plazo, y el 79% dentro de su presupuesto, frente al 30% en plazo y 29% en presupuesto de los proyectos tradicionales. ¿No es precisamente la asunción de riesgos una de las actividades fundamentales del empresario? ¿Y no es la eliminación de riesgos una de las peticiones que más le hacemos al Estado del bienestar? Pues aprovechemos esta relación entre público y privado para traspasar el riesgo a donde debe estar...


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domingo, diciembre 17, 2006

Europa pierde fuelle en el sector farmacéutico

¿Qué ha pasado con el sector farmacéutico en Europa en los últimos años? En cuanto a la facturación, a concentración geográfica ha experimentado un cambio notable hacia los Estados Unidos. En 1980 suponían el 23% de las ventas, y este año se espera que se facturen entre 276.000 y 279.000 millones de dólares en ese mercado, en torno al 43% del total. ¿Sólo debido a la potencia del euro? No, las empresas también se concentran allí : De las quince primeras empresas farmacéuticas, nueve son de los EE.UU., cinco son europeas y una es japonesa. Y en cuanto a la investigación, en 1990 se gastó el 73% de la I+D privada en la Unión Europea, cifra que en 1999 había bajado hasta el 59% El gasto total de I+D creció en Europa un 2,8% anual entre 1990 y 2005, comparado con un 4,6% en Estados Unidos.

Ante esta situación, la comisión lanzó la Iniciativa para los Medicamentos Innovadores. y un borrador de Agenda Estratégica para la Innovación. ¿Funcionará y frenará la tendencia? Se centra en mejorar determinadas condiciones dentro de la propia gestión de la investigación: Una predicción temprana de la seguridad de los fármacos y de su eficacia, la gestión del conocimiento y la formación. Pero no se habla de la política sanitaria, y los modelos sanitarios siguen caminos tan divergentes y, probablemente, irreconciliables, que no parece que podamos alcanzarles...

miércoles, diciembre 13, 2006

Los 902 se quedaron anticuados

En ocasiones las innovaciones tienen la vida corta, pero orgullosos de ellas nos negamos a reconocerlo. Y es más fácil que esto suceda así cuando no son sustituidas por una evolución sino por una alternativa totalmente distinta, una 'innovación disruptiva' que las convierte en inútiles.

En el caso de los números 90x, la inutilidad no ha llegado todavía, pero está en camino. Telefónica ha vendido siempre los 901 y 902 a las empresas como una herramienta de marketing. Permiten dar una imagen de gran empresa con implantación nacional, reducen los precios de llamada de los clientes, permiten cambiar de número de teléfono base sin tener que notificarlo... incluso algunas compañías los utilizan casi como su marca (¿suena la musiquilla de los anuncios de CCC de la radio? hasta tienen su propio domino http://www.902202122.com/). Sin embargo, la ventaja que el cliente ha apreciado siempre se ha reducido casi en exclusiva al precio de las llamadas. Mardito los describe con más detalles

Pero en el sector de las telecomunicaciones los servicios se quedan obsoletos rápidamente. Este no tiene demasiados años, y de repente ha pasado de ser beneficioso a perjudicial para los clientes. En 2005 el 47% de los hogares (supongo que de los hogares con internet) tenían ADSL, lo que significa que tienen en su mayor parte las llamadas nacionales gratis, pero tienen que pagar las llamadas de 'Red Inteligente', que son las llamadas a estos 901 y 902. Por tanto, o se desarrollan nuevos beneficios asociados a estos números, o pronto algún director de marketing de una empresa para la cual 'los clientes son lo primero' deberá darse cuenta de que el verdadero beneficio está en ofrecer números estándar de llamada nacional. También los competidores de Telefónica podrían ofrecer servicios similares a los de Red Inteligente pero sobre números tradicionales. Y mientras tanto, ya han surgido varias iniciativas para informar sobre cómo llamar gratis a los 902 y 901 que se pueden ver en nomásnúmeros900 o geonumbers ...

martes, diciembre 05, 2006

El mundo es plano?

Hace un par de semanas, en la Conferencia Anual de Antiguos Alumnos del IE, Amparo Moraleda (IBM) hablaba de que el mundo es plano, en referencia al libro del mismo título de Thomas Friedman. No estaba yo muy al tanto de esa comparación, basada en un cambio de estructuras rígidas verticales a otras horizontales. Ponía como ejemplo como, a través de su mensajería personal, un administrativo de IBM en la India irrumpía en su PC para recordarle que un proceso estaba aguardando su visto bueno... Aunque esté facilitado por la tecnología, realmente este es un fenómeno que va más allá de dotar de messenger a todos los empleados. Implica que todo el mundo esté dispuesto a usarlo, empezando por los de más arriba. El ejemplo es muy interesante y esperanzador, pero me da más la sensación de que lo que indica es que IBM es plana, porque creo yo que las estructuras de muchas empresas sigue siendo de un vertical que da vértigo... o más que verticales, laberínticas. La tecnología permite compartir información, pero eso exige altruismo en los empleados. ¿Y si hay una parte significativa que prefiere seguir ocultando información en beneficio propio? ¿Eliminará el messenger a los trepas?

Por lo demás, la jornada fue muy interesante. Merece la pena dedicarle un día a despejar neuronas y recuperar relaciones con compañeros a los que solo se ve de año en año... Como de costumbre, más información en el post de Enrique Dans y los comentarios.

viernes, noviembre 17, 2006


Después de casi un mes de ausencia, vuelvo a la carga con un 'Curso Avanzado de Toma de Decisiones'

- Hey Mort, ¿Vienes a...? oh, oh
- ¿Estás muerto? ¡Hola! ¡Hola!
- Dejaré que este problema se resuelva solo...


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sábado, octubre 07, 2006

Por qué el público va poco al cine

Parece que se estudia en la futura Ley del Cine imponer tasas que graven los DVD, la licencia de doblaje de las películas a cualquier lengua oficial española o incluso el precio de las entradas de cine. Supuestamente el objetivo es financiar el cine español. Pero yo me pregunto:
  • Si se suben los impuestos sobre el tabaco para reducir su consumo
  • Si se grava la emisión de CO2 para que las industrias contaminen menos
  • ...
  • ...
Poner tasas a las entradas de cine, ¿no será con el objetivo de que vayamos menos? ¿Será ir al cine una actividad perjudicial para la salud?

;)


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martes, octubre 03, 2006

Estrategias analógicas.

La familia Lara, propietaria de Grupo Planeta, ha suscrito una ampliación de capital para controlar el 25% de Tecnitoys, el fabricante de la marca de pistas Scalextric.

Lo que me llama la atención de esta noticia es cómo alguien que vive amenazado por lo digital en sus negocios básicos (prensa, libros...) en su diversificación decide apostar por otro negocio 'amenazado'. Hace unos años estuve tentado de darme el capricho de 'madurito nostálgico' de comprarme un scalextric. Es cierto que cada vez son más modernos, tienen coches con luces de xenon, incorporan tecnología digital a los mandos... pero al final me compré la playstation y me envicié con el WRC (World Rally Championship). Al fin y al cabo, los dos son simuladores de lo que no hago en la realidad, que es hacer el loco con el coche por las carreteras del mundo.

Desde luego que si eres Kodak y estás anclado en una tecnología tradicional es muy difícil abandonar el negocio de siempre (que al fin y al cabo sigue dando de comer a lo que queda de empresa) por una tecnología disruptiva incierta. Y que es posible tener nichos de clientes anclados en 'lo de toda la vida', como las empresas del sector del lujo. Pero... teniendo en cuenta que es parte de una cartera de inversión familiar, demuestra claramente una vocación por los átomos en lugar de por los bits. Tiene que haber 'gente pa tó', como decía el torero.

PS: Por rizar el rizo, hay hasta simuladores del simulador, es decir, simuladores de Scalextric ;-)

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