miércoles, octubre 19, 2005

¿Cómo gestionar y promover la innovación?

Para entender y promover la innovación es necesario considerarla desde el punto de vista económico o social más que desde el técnico. Desde el punto de vista de la teoría social, una tecnología es la manera como se organizan personas, conocimientos y objetos orientados a la obtención de una meta concreta. Innovar no supone exclusivamente crear un nuevo objeto más avanzado, sino también utilizar de manera distinta el saber y los utensilios disponibles. Un ejemplo claro se puede tomar prestado desde el campo del arte. Se puede crear un cuadro actualmente con los mismos óleos, lienzos y pinceles que en el siglo XVI. Sin embargo, la “tecnología” de la pintura durante el clasicismo, si se me permite llamarla así, no tiene nada que ver con la del impresionismo. Pintar unas pequeñas manchas en el lienzo que en la distancia permiten al ojo humano componer una figura, utilizando la “tecnología” impresionista, produce un resultado totalmente distinto al que se obtiene con una “tecnología” clásica. Los instrumentos y herramientas son los mismos, pero para pintar un cuadro impresionista es necesario tener unos conocimientos teóricos y de la obra de distintos artistas del siglo XIX. Este conjunto de conocimientos es el que no estaba disponible un siglo antes, haciendo que el impresionismo no fuera aún posible. De manera más general, todo el conocimiento de una época es el que hace posible el avance de la siguiente. Como el conocimiento se acumula formando un “capital tecnológico”, las posibilidades de hacerlo crecer también se incrementan y la innovación es cada vez más rápida.


Desde el punto de vista económico, y partiendo de la definición de Peter Drucker, innovar supone cambiar el rendimiento de los recursos, produciendo mayor valor bien al suministrador –reduciendo los costes- o bien a los clientes –que encuentran mayor satisfacción en un producto nuevo o mejorado -. Aunque en esta definición ni siquiera se mencione la tecnología, esta se encuentra implícita según la descripción anterior. No es necesario contar con recursos nuevos para innovar, basta combinarlos de distinta manera para obtener un rendimiento distinto.

Debe quedar por tanto clara una de las diferencias entre innovación e invención. Innovar no supone crear a partir de la nada como un mago con su chistera. Por el contrario, el innovador es consciente de que el futuro ya esta aquí, pero desigualmente repartido. El innovador utiliza distintos conocimientos a su alcance para combinarlos de manera distinta y producir algo nuevo. Tiende puentes entre mundos diferentes para construir uno nuevo que se acumula al anterior. En la mayor parte de los casos estos mundos están próximos y la innovación es incremental, añade una capa más a lo que ya existía (el Pentium IV sobre el Pentium III, por ejemplo). En otras ocasiones los mundos unidos por la innovación son más lejanos, y la innovación se llama radical. El coche con motor de hidrógeno es un ejemplo de innovación radical. Su tecnología rompe totalmente con la existente de los motores de explosión. No es un descubrimiento milagroso, pero para el sector del automóvil sí supone acercar conocimientos del mundo de la química y de los motores eléctricos totalmente ajenos a la tecnología dominante en el sector hasta el momento. Para que estas innovaciones radicales triunfen normalmente además de la idea brillante se necesita crear un mundo nuevo, un entorno social, de clientes y proveedores que gire en torno a la nueva tecnología. Para que el mencionado coche de hidrógeno exista comercialmente, será necesaria una red de distribución comercial de hidrógeno, proveedores capaces de distribuir las baterías eléctricas necesarias, aparte de clientes interesados en una tecnología menos contaminante incluso a cambio de contar con vehículos menos veloces. La falta de capacidad de integrar esos mundos nuevos, incluso con competidores, puede causar el fracaso de productos brillantes y tecnológicamente superiores. Es el caso del sistema de video “betamax”, que cedió el liderazgo y prácticamente la existencia a su rival VHS cuyos propietarios establecieron una política más expansiva de concesión de licencias a otros fabricantes.

La innovación surge por tanto en estructuras heterogéneas, flexibles, con personas que han adquirido experiencias en entornos totalmente distintos que pueden aportar su visión particular de los problemas. Es necesario tender puentes entre los equipos, y no aislarlos en maravillosos laboratorios.


2 comentarios:

Alfonso dijo...

Pues que no existe el caldo de cultivo necesario, y es muy difícil sacarla adelante. Es necesario un líder que aglutine los equipos y contribuya a crear el clima adecuado.

Desgraciadamente, lo que cuentas es bastante común. Pero... ¿quién dijo que innovar fuera fácil? (Schumpeter tiene una visión del emprendedor bastante próxima al "superhombre" de Nietzsche, por algo será...)

Anónimo dijo...

Disculpa que no comparta en pleno tu visión de la innovación. Sin estar en desacuerdo con lo que dices quisera abrir la reflexión de la innovación desde otro punto de vista.

Si la innovación la miramos desde el punto de vista de los clientes, ellos podrán decir que están ante una innovación radical cuando ven una expansión importante de sus posibilidades. Esto no tiene que ver con la tecnología, sino que ofrecer una posibilidad donde no había.

El ejemplo que más me gusta es "Patrimonio Hoy" de Cemex, un programa que permite que cientos de miles de familias mexicanas puedan construir sus casas a mayor velocidad constructiva y menores costos (1:4;1:2). Este programa fue producto de la creación de una nueva categoría de mercado, reinterpretando una industria madura de un commodity como el cemento. No hubo cambios tecnológicos sólo interpretativos.

Ojalá pueda contribuir a la conversación de la innovación.